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Antes de la cerveza, está la cebada
26.06.2013 | 08:15

Es una gramínea que se adapta a zonas marginales, siempre y cuando el cultivo se planifique adecuadamente. La producción de cebada cervecera en el país creció un 50 por ciento en los últimos cinco años, gracias a la incorporación de cultivares con rendimientos y calibres del grano cada vez más altos. El cereal se comercializa casi siempre bajo contrato y los requerimientos más relevantes son el calibre (a partir del 85 por ciento) y la tasa de proteínas del grano (10 a 12 por ciento).

Ensayo. Se procedió a evaluar en el Campo Escuela de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba el comportamiento agronómico de dos variedades de cebada cervecera (Alfa y Scarlett) bajo distintas fechas (12 de abril, 3 de mayo, 24 de mayo y 14 de junio de 2012), y densidades de siembra (250 y 125 semillas viables por metro cuadrado).

El cultivo se condujo en siembra directa y en secano. Por cada combinación de tratamiento (fecha por densidad por variedad) se contó con una parcela de cuatro surcos de cinco metros de longitud distanciados por 20 centímetros.

La distribución a campo de los distintos tratamientos se hizo en parcelas divididas. La parcela principal se asignó a la fecha de siembra y a las sub-parcelas la combinación de tratamientos variedad por densidad de siembra. Se recurrió al uso de un diseño en bloques completos aleatorios con dos repeticiones.

Respuestas. Los rendimientos en grano de ambos cultivares resultaron equivalentes. Sin embargo, el cultivar Alfa se destacó en cuanto al peso del grano, aspecto relevante al momento de posicionar al producto como industrializable.

En este ensayo en particular, haber reducido la densidad de siembra a la mitad de lo aconsejado repercutió negativamente sobre el rendimiento.

La respuesta del cultivo a la fecha de siembra estuvo en función de las condiciones ambientales que se presentaron en el período crítico para la determinación del rendimiento.

Como se observa en la tabla que se adjunta, y debido a las oportunas y raras precipitaciones de fines de agosto y principios de septiembre, la fecha de siembra del 14 de junio se destacó desde el punto de vista agronómico (tres toneladas por hectárea).

En consecuencia, estos resultados deben enmarcarse en un año muy particular. Para hacer frente a este tipo de contingencias, es conveniente evaluar y evaluar nuevamente.

En síntesis, decidir por la fecha de siembra en un cultivo invernal implica manejar pronósticos climáticos, agua almacenada en el suelo, oferta varietal, densidades de siembra, fertilización.

En consecuencia, la planificación adquiere una envergadura en la que un error cuesta caro. Cuanto mayor sea el caudal de información, más certeros serán los resultados.

(La autora es estudiante de Ciencias Agropecuarias (UNC), bajo la tutoría del ingeniero agrónomo Ricardo Maich)

La Voz del Interior