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Argentine Vine Culture Company o La Vitícola S.A
04.09.2013 | 08:51

Si bien hay constancias de que la firma adquirió casi 40.000 hectáreas, que tenían como límite el arroyo Sauce Chico, no parece haber llevado adelante obras de ningún tipo a los fines de instalar a los colonos. De hecho, ya de por sí parece muy poco razonable que se haya pensado en irlandeses para cultivar vides, cuando era mucho más lógico procurar colonos españoles o italianos, ya que ambos tenían más familiaridad con esas tareas y los primeros evidentes ventajas por el idioma. Eventualmente franceses. En este sentido María Silvia Ospital, en un trabajo titulado Vino en la pampa. La actividad vitivinícola en la provincia de Buenos Aires, 1900-1940”, dice que “a los factores económicos se agregaban circunstancias de carácter cultural. La fuerte presencia de inmigración italiana y española en la región, comunidades para las que el cultivo de viñas y la elaboración del propio vino resultaban actividades cargadas de valores afectivos y de cualidades de prestigio, determinó la coexistencia de la vitivinicultura – aunque fuese en pequeña escala – junto a otras producciones agrícolas.

Pero como vimos, los irlandeses eran de gran valía para otros trabajos, especialmente la cría de ovejas. Además, se ha dicho que el destino de los irlandeses que arribaron en el SS Dresden era otro, entre ellos el Chaco santafesino, y como ese proyecto falló, “ya que estaban”  les propusieron ir al sur. Tampoco se entiende. La publicación en “El Porteño”, que trascribimos más arriba, es otra muestra de mala fe. Que allí se hablara de “colmena humana” y de una “multitud que se agita al parecer convulsa, levantando valiosas construcciones, preparando la tierra”. En fin, pintando un panorama tan falso que no puede entenderse si no como parte de una maniobra que fue pensada desde su mismo origen como fraudulenta. Transcribo a Boland, quien con precisión dice que “La Vitícola S.A……..obtiene la mano de obra desesperada que necesitaba para hacer frente al compromiso hipotecario que alegremente transfiere a los colonos y no cumple sus obligaciones contractuales……. Los indicios hacen presumir que La Vitícola Argentina utilizó a los inmigrantes para obtener un crédito con las facilidades de la ley de fomento agrícola, transferirles las hipotecas a los colonos y cuando las papas quemaron, también la responsabilidad…”

Está claro que cuando los colonos llegaron no había nada en el lugar, ni casas, ni construcciones de ningún tipo y de hecho nunca parece haberlas habido. Varias crónicas que ya hemos mencionado endilgan a la empresa la falta de asistencia y especialmente la falta de provisión de medicinas. El vicecónsul, Mr. Edmund Goodhall lo apuntó derechamente: “…la carencia de medicinas desde el comienzo fue una omisión de la que son culpables los gerentes de la colonia”. Contó, nada extraño en nuestro país, con la colaboración de algunos funcionarios, encargados de controlar que el dinero se invirtiera de acuerdo a la finalidad para la que se había otorgado; la Oficina de Agricultura no cumplió con las inspecciones, visitando solo una vez el lugar y brindando un falso informe.

Y si no, veamos lo que apunta James Scobie en el libro “Revolución en las Pampas. Historia social del trigo argentino. 1860-1910”, al referirse a la política agrícola de la Provincia de Buenos Aires: “Sólo en 1887, en una ley de Centros Agrícolas, tuvo en cuenta a los agricultores esa provincia de mentalidad pastoril. Y aun así, los que se beneficiaron con la ley no fueron éstos, si no lo terratenientes. Las cláusulas de dicha legislación permitían al dueño obtener créditos en los bancos oficiales, sobre la base de la promesa de subdividir y colonizar una porción de sus tierras. Muy pocos terratenientes establecieron en realidad las colonias prometidas. La mala fe, las dificultades en lo referente a la ejecución de las cláusulas y la depresión explican la tan frecuente escena descrita por un viajero británico a comienzos de la década del 90: “Yo había tomado nota de este mismo terreno como uno de los lugares por el cual el Banco Hipotecario había hecho un importante anticipo, de acuerdo con la ley de Centros Agrícolas. Examiné con cuidado la sede del supuesto centro agrícola, y la fracción asignada al municipio, cuyo magnífico plano había visto, en el papel, antes de salir de Buenos Aires. El resultado de mis investigaciones me llevó al descubrimiento, aquí y allá, de unas cuantas estacas clavadas en el suelo, colocadas allí cuando la tierra fue deslindada, pero aparte de esto no se veían rastros de esfuerzo alguno para poner en práctica las condiciones sobre cuya base se había adelantado el dinero”. Luego el mismo Scobie cita al ministro británico en la Argentina y agrega: “El ministro británico en la Argentina llegaba a la siguiente conclusión: “El principio de la ley y las ventajas que ofrece son indiscutibles. Por desgracia, ha servido como medio para obtener dinero con falsos pretextos. La historia de estos centros agrícolas es una historia de fraudes, falsas declaraciones, sobrevaluación e incumplimiento de contratos.” Bien podría decirse que estás palabras fueron escritos para el proyecto de La Vitícola, aún cuando seguramente no fue así, tan exacta resulta la descripción del narrador.

 

Conclusión

El tema de la colonia de La Vitícola es en nuestra ciudad un tema de importancia. Tanto el Concejo Deliberante como la Legislatura de la Provincia así lo han resuelto. El 27 de febrero de 2010, después de 121 años se rindió homenaje a los colonos. Juan Pablo Alvarez, Director del proyecto “Los descendientes del SS Dresden” y Peter Mulvany, presidente de la “Irish Seamen´s Relatives Association” llevaron adelante el evento en las estaciones Napostá y La Vitícola. Hubo allí algunas banderas argentinas e irlandesas, cruces, se colocó una placa recordatoria, se dijeron algunas palabras;  oraciones y acordes de una gaita completaron el sentido evento.

Sin embargo, quien hoy visite o pase por el paraje La Vitícola encontrará, como dijimos, una estación de ferrocarril cerrada, destruida y eventualmente ocupada. Del otro lado de la ruta sólo algunas construcciones, también libradas a la buena de Dios y una en la que está instalada la Patrulla Rural del Partido de Bahía Blanca. Nada hay allí que dé testimonio físico de lo que pudo ser una colonia de unas mil personas, muchas más de las que viven en numerosos pueblos de la región y que tuvo casi dos años de existencia. No se han encontrado construcciones, pozos de agua, movimientos de tierra,  bienes o útiles. Los testimonios de propietarios cuyas familias poseyeron las tierras desde hace muchísimos años no aportan información positiva; tampoco hay referencia alguna al cementerio, que necesariamente debió estar cerca. Toda esta falta de evidencia resulta muy extraña y elocuente a la vez, si consideramos que el lugar es muy accesible, se encuentra muy cerca de Bahía Blanca y no parece en absoluto complicado su relevamiento. Además, como ya lo transcribimos, la colonia se instaló frente a la estación, lo que hace aún más sencilla la búsqueda de rastros.

Después de analizar cuál fue el destino de los inmigrantes irlandeses, casi todos dedicados a la cría de ovejas; de estudiar la actitud de la comunidad irlandesa con sus integrantes y la de los representantes de la corona británica con sus súbditos, tan presentes en general y tan ausentes en el caso de La Vitícola; de observar que todos los testimonios escritos, los únicos que existen datan de los primeros días, y no van más allá de marzo de 1889, bien podemos decir que al menos surge una duda,  o dos: ¿Fueron realmente tantos los colonos, irlandeses, ingleses y criollos?. Y en ese caso, ¿estuvieron tanto tiempo en el lugar? ¿Cómo es posible haber vivido allí dos años sin casas y bajo carpas  (porque que lo hayan hecho en zanjas o bajo los árboles resulta absolutamente  inconcebible), mal alimentados, seguramente sin leña? ¿Por qué no se rebelaron? Rebelión que, dado el número y las penurias a las que estuvieron sometidos,  hubiese quedado registrada en los diarios, al menos locales. También resulta muy curioso que no haya registros de que algunos colonos hayan procurado trabajo en la ciudad, donde había necesidad de mano de obra.

Es cierto que no se pueden probar “hechos negativos”. Es imposible probar acabadamente que la colonia no existió o que no se prolongó tanto en el tiempo la estadía de los inmigrantes, o que estos fueron muchos menos de mil. En realidad, se prueban hechos positivos, y  esto tampoco se ha acreditado. Ni la envergadura del proyecto,  ni su duración, ni el número de inmigrantes, ni la existencia de rastros físicos.

Pero en realidad, si las cosas hubieran ocurrido como generalmente se dice, sí podrían  hallarse pruebas; más, deberían ya haberse encontrado rastros. Su ausencia es un fuerte indicio en contra de aquella opinión generalizada.

En síntesis, si bien es posible que el número de irlandeses y otros colonos haya sido el que se dice, posible aunque extraño dada la poca repercusión, parece imposible que los colonos, o su gran mayoría (ya que si cien murieron y quinientos se fueron al final, sólo unos cien se habrían marchado anticipadamente), hayan vivido allí casi dos años en esas condiciones, en las que la vida es inviable. Es mucho más lógico pensar que su estadía no duró más que el buen tiempo, que más o menos termina en marzo. Es decir, llegaron el 26 de febrero y posiblemente, ante el patético abandono, y la carencia absoluta de lugares y medios para vivir,  se marcharon a fines de marzo, tal vez antes, cuando el tiempo deja de ser amable. Tal vez por eso los testimonios sean de ese mes o mes y medio, que el Padre Gaughren también se fuera, que no regresara y que no se enviara otro cura.  De la actitud de la firma, creo que no quedan dudas que fue fraudulenta desde el mismo inicio, que nunca pensó seriamente en instalar la colonia y que se aprovechó de la ineficiencia del estado.  Posiblemente, como dice Scobie, a quien ya trascribimos “solo se colocaron algunas estacas.”

Formalmente la compañía quebró en 1891. Pareciera que los irlandeses se fueron mucho antes, casi al llegar.

En mi opinión, creo que ni fueron tantos los inmigrantes que llegaron a Napostá, si no muchos menos, ni estuvieron tanto tiempo. De todas formas, es sólo una hipótesis. Sería importante recurrir a personas técnicamente  idóneas para tratar de hallar lo que pudo ser el improvisado cementerio, y dar con otros elementos que acrediten una estadía más prolongada. Ellos dirán si es posible o si es demasiado tarde.

Pienso  que sea cual sea el resultado de nuevas investigaciones, de la opinión que se tenga de los hechos y de las distintas especulaciones, bien se podría denominar al actual paraje La Vitícola, con un nombre que rinda homenaje a quienes allí fueron llevados y engañados, ya que resulta paradójico que el nombre sea el de quien los engañó.

Bien podría denominarse el lugar “Los irlandeses”.

Cristobal Doyni Cabré