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Salir del país nos permite muchas veces tomar perspectiva de las cosas, entender que hay un mundo que evoluciona y a la vez valorar y añorar algunas costumbres.

¡Juro que los extrañé! Sin embargo, a veces hay que alejarse para valorar lo que tenemos y lo que nos falta. Por eso que este salto hacia Italia, la tierra de mis ancestros paternos y de los de mi esposa, resultó rico en experiencias, y me hizo recordar aquella frase de Rudyard Kipling de “¿qué podrán saber de Inglaterra los que no conocen más que Inglaterra?”.

El conocimiento cultural de otro país involucra la travesía física y mental. Viajar por la geografía y por la historia es una manera de poder encontrarnos a nosotros mismos. Por eso que el turismo es mucho más que un pasatiempo frívolo; es la imperiosa necesidad para la arquitectura interior de uno mismo.

Pasear y conocer “en vivo y en directo” la belleza del imperio romano; los Museos del Vaticano, la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro; el Panteón Agripa con su fascinante cúpula de casi 1900 años; el Coliseo; o la bella Florencia con su deslumbrante Palacio Pitti; la Galería de los Oficios, donde están las más antiguas y famosas colecciones de arte del Prerrenacimiento, Renacimiento y Barroco. Luego, concurrir a la Academia y quedarnos boquiabiertos ante el monumental David, obra de Miguel Ángel cuando tenía 26 años. Un bloque de granito transformado con delicadeza en un hombre musculoso, en tensión y preparado para el combate, y que hace volar nuestra imaginación temiendo que en cualquier momento comience a moverse…

Conocer la campiña toscana y probar sus manjares; entrar en San Gimignano, pequeño pueblo amurallado de origen medieval y erigido en lo alto de una colina, con sus imponentes murallas y torres, luego de haber paseado por las calles de Siena y por plaza seca donde se corre el famoso palio, carrera de caballos que enfrenta a las “contradas” o distritos de esa ciudad.

Recorrer Milán con su famoso Duomo y el castillo de los Sforza, o el lago de Como; al igual que la pujante Turín o Torino, y su deslumbrante Basílica, edificada en el siglo 18 por Víctor Amadeo II de Saboya en lo alto de la colina de Superga, desde donde se puede ver serpentear el río Po. Y llegar a Pinerolo, en el corazón del Piamonte, rodeada de los pre-Alpes y Alpes. Allí la emoción escaló a lo más profundo cuando estuvimos abrazando a descendientes de aquel abuelo Nofrio Giovanni Priolo que un día, siendo muy jovencito, dejó el hogar familiar para emprender la aventura de emigrar a tierra cordobesa. La visita a la ya casi derruida típica vivienda rural donde vivió el nono hizo aflorar alguna que otra lágrima.

Finalmente, el derrotero continuó por La Spezia y Cinqui Terre, vistosos pueblitos que están colgados de los acantilados que terminan en el Mar Tirreno, y nuevamente en Roma y el reencuentro con mi hijo Santiago.

En estas postales deseo resaltar la puntualidad de los trenes, su comodidad y su transitar a alta velocidad sin obstáculos de pasos a nivel. Pocas veces los guardas pasan a verificar los pasajes. Los campos que se ven cultivados a la vera de la vía estaban poblados por maíces entrando en su etapa final de maduración; por pasturas transformadas en rollos, aunque no se ve ganado (posiblemente está en establos o alejados de las rutas o vías). También vi campos con arroz y también muchas extensiones con la tierra preparada, pero con el sistema tradicional de aplicación de arado. Las autopistas son impecables y sin personal en los pasos de peaje, por ser éstos automatizados. Recordemos que la primera autopista es la que nos lleva de Milán a Como y fue construida 1922. Eso sí, el tránsito en las ciudades italianas es caótico, pero respetuoso del peatón.

Vuelvo al inicio y a la frase de Kipling: “¿qué podrán saber de Inglaterra los que no conocen más que Inglaterra?”. Vi y viví por casi un mes lo que es un país integrante de la Unión Europea, después de superar dos guerras mundiales, donde cada moneda vale y si bien están preocupados por una inflación ínfima, no hay sobresaltos económicos. Añoro que mi país, en tiempo más, comience a vislumbrar una economía sin sobresaltos.

José Luis Ibaldi

Para Mañanas de Campo

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