Fuimos poniendo sucursales, tuvimos hasta tres carnicerías, pero las fuimos cerrando porque no conseguíamos lo que nosotros pretendíamos de un carnicero.
Uno puede abrir una carnicería con el mejor local, la mejor carne, pero si el carnicero no es bueno el cliente no vuelve. Asique en la ampliación de la carnicería nosotros no tuvimos suerte.
Estoy conforme porque fue una carnicería especial en Bahía Blanca. El padrino de nuestra carnicería fue un amigo que se llama José Genes, un matarife muy importante de Buenos Aires. Él nos dio un consejo fundamental; nos dijo hagan una carnicería diferente, vendan carne distinta y no sé pongan a competir a un nivel estándar y busquen una calidad superior. Nos fue bien por eso, porque buscamos una calidad superior.
Nosotros nunca nos quisimos meter con hacienda engordada a grano porque el consumidor bueno de carne se da cuenta rápidamente. Nosotros seguimos ese consejo de José y nos mantuvimos siempre con una carne diferente, muy elegida en el campo. Los encargados de los campos sabían, entonces, si el tipo de hacienda o la terminación no era la que tenía que venir a la carnicería, esa hacienda iba a Liniers o a frigorífico.
Tuvimos gente que se acostumbró a ese tipo de carne y no sé lo que va a pasar ahora porque en Bahía no se vende. Habrá que buscar otra opción. Creo que hay carnicerías que sin elegir la hacienda de feed lot le gusta vender una hacienda un poco más grande.
El problema pasa por el tamaño de la hacienda. En Buenos Aires el animal que se faena es muy chico (320 o 340 kilos). Nosotros traíamos novillos de 420 o 440 kilos y se vendían muy bien.
Creo que quien consume carne y le gusta consumir carne va al animal más grande porque al chico le falta sabor.
Si vemos la exportación de Argentina en la época que se exportaba a Europa nos compraban los novillos de 450 kilos para arriba. A nadie se le ocurría exportar un novillo de 380 kilos. En el mundo no se come el animal chico. En Estados Unidos a nadie se lo ocurre faenar un novillo que no tenga menos de 600 kilos. Nosotros tratamos de mantener ese tipo de hacienda.
Tuvimos éxito porque la gente nos acompañó, vendimos siempre muy bien, en un rubro muy difícil porque la verdad es que la carnicería es fácil para el que tiene el alma de carnicero, o sabe manejar la carne.
Nosotros fuimos improvisando, la gente de la oficina y los carniceros nos dieron una mano bárbara. Creo que el éxito de la carnicería fue que siempre fuimos serios, y si decíamos que la carne era libre de feed lot y libre anabólicos, era así.
En veinticuatro años nunca hemos tenido problemas con bromatología, ni Senasa. Hemos trabajado con seriedad y los clientes nos han respondido muy bien.
Desde ya, estoy inmensamente agradecido con todos los clientes. Ellos son los que hicieron posible que nosotros cumpliéramos 24 años.
Para cerrar voy a conar una anécdota que me quedó de esta hermosa experiencia.Nosotros siempre fuimos vendedores de hacienda y realmente cuando vemos la hacienda en el campo vemos como que es la mejor. Pero cuando la vemos faenada en la carnicería es otra hacienda.
Entonces empezás a entender que el negocio no terminaba en el campo, sino que hay otro pobre señor que tiene que salir a vender esa carne (matarife) y otro señor que tiene que poner la cara delante del consumidor para tratar de vender una carne que si no es buena, es difícil de vender.
Nosotros lo hacíamos picada o chorizo, porque teníamos la fábrica al lado y le podíamos dar salida.
Esa es mi gran herencia, de la cadena que tiene la hacienda aprendí muchísimo.
Por Orlando Arrachea, titular de Productores Centro de Carnes
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