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Opinión

Al borde del abismo

En pocas semanas el sueño de una hermosa primavera será la antesala de una pesadilla: banquinas abandonadas y el peligro latente de un “combustible” listo para arder en toda la región.

Mientras las tormentas pasan, las lluvias dejan quizás la marca de una de las mejores primaveras en lo climático en este Sudoeste bonaerense, crece día a día silenciosamente una enorme preocupación entre los productores de todo el partido. Los trigos exuberantes muestran sus espigas con grandes potenciales, las cebadas se “peinan” en el viento de los potreros y el pastizal en los campos naturales, no tiene “vaca que le alcance”, quedando así avenas y verdeos o para picado, rollos o directamente cosecha. “Sobra campo” es la palabra más escuchada.

Sin embargo, la preocupación está. Porque a la vez desnuda un sistema cuyo ejemplo más grande, está en la ciudad de Bahía Blanca, justamente la más importante de toda la región es la que refleja el final de un formato que destruye y hace daño, por inacción en su totalidad. Es cierto, hubo dos fenómenos extraordinarios, pero el que crea que la ciudad está destruida por dos tormentas, solo ve el árbol, es incapaz de ver el enorme bosque que fue cubriendo todo.

La maraña burocrática y el formato provincial y municipal ha llegado al fondo de su peor cara. Si no es nación, es provincia, pero pareciera que nada se puede hacer desde un Municipio, o tal vez, un Intendente es incapaz de representar con fuerza lo que debería. Hoy vemos una ciudad que tiene Puerto de exportación, tiene uno de los Polos industriales más grandes del país, es la segunda circunvalación con más camiones de granos después de Rosario y sin embargo, todo lo que lleva a dichas cargas hasta esos sitios, está destruido.

Las banquinas hoy son tierra de nadie. Vialidad es un ente que si bien fue disuelto en Julio de 2025, hasta esa fecha, tampoco parecía existir. Como no existe la orden judicial que dejó la medida sin efecto, pero lo cierto en la práctica, que no sabemos donde están. Obras, cuando estaban se hacían pocas y gran parte se robaba, simples pozos o arreglos ausentes con aviso y la peor de las desidias y el desprecio de los tres ámbitos –pero sobre todo el municipal por incapaz, y lo extiendo a casi todos los municipios del interior- se nota en las banquinas, esas que tapan cualquier vehículo, porque no se puede pasar una desmalezadora, que supuestamente es ámbito de la jurisdicción de la ruta en cuestión. Por eso, los propios intendentes permiten que si ellos mismos tienen que cambiar una cubierta, deben soportar por su propia incapacidad, la misma suerte de cualquier ciudadano.

No se trata de terrorismo, no es premonición, no mala vibra: tarde o temprano si no se hace nada, los enormes beneficios de esta primavera serán una verdadera pesadilla para los campos, en una zona donde históricamente, las tormentas de verano, las banquinas sin cortar y los millones de kilos de combustible en todos los campos, podrían hacer de esto un verdadero infierno a la hora de los fuegos. Contrafuegos que con tanto combustible poco harán si no se hace lo que se tiene que hacer: prevención y bien sabemos, que entre incapacidad, inacción, desaprensión y todo lo que significa para intendentes y gobernador este interior de la provincia, será un final anunciado.

No se puede seguir gobernando a 700 kms de un sitio, no se puede continuar en un lugar donde se facturan millones y se dejan centavos, hay una provincia que dejó de ser viable en su formato hace mucho tiempo. No serán desgracias ni accidentes, serán la consecuencia de un sistema que ya no puede seguir funcionando para decisiones que se toman desde una oficina en lugares que por aquí, ni siquiera conocen. Somos ricos por puerto, por Polo, por producción, vestidos de crotos y miserables. Somos el patio de atrás de la provincia, somos el experimento de políticos sin ideas, sin experiencia y bajo un formato ideológico que abandona y destruye.

Ayer fueron 36 grados, con viento y aún con campos verdes. El infierno, está a la vuelta de la esquina, solo falta que sigan haciendo lo que mejor saben hacer: absolutamente nada.

Carlos Bodanza – Para Mañanas de Campo

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