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El dilema de la carne

La ganadería necesita un horizonte claro para salir de su eterno Karma: el precio de la carne, un estigma nacido del populismo donde todo, debe valer lo mismo.

“Aumentó la carne” fue, es y será el título preferido de noticieros, diarios digitales, redes “X” y cuánto lugar pueda ser atractivo para el lector, nada será más llamativo que semejante afirmación. Un verdadero “karma” que vive el sector ganadero y un patrimonio cultural, impuesto durante años hacia el producto más emblemático a la hora de hablar de una marca nacional, la carne.

Explicar los motivos de ambas posiciones llevaría libros por escribirse, pero lo cierto es que durante muchísimos años y casi históricamente hablando, es patrimonio nacional, es justamente tomado por una importantísima parte de la población, como algo propio, una “pertenencia” y un derecho adquirido, más aún cuando los últimos por lo menos 50 años de populismo–acentuado gravemente en la era Kirchnerista – con hechos y acciones, se dio a entender que la carne, era un servicio público y a la vez, cualquier alteración en sus valores, atentaba directamente contra la política, contra la economía y contra la cultura de poder consumir carne como un derecho ciudadano. Nada más dañino y perjudicial, para un sector que vio como en menos de 10 años, desaparecieron 10 millones de cabezas –para tomar dimensión el stock de todo Uruguay tiene casi 12 millones- en un abrir y cerrar de ojos.

A veces se habla del viento de cola, o de las tormentas perfectas: hoy la ganadería Argentina, atraviesa una de ellas. El stock mundial de carne vacuna está muy ajustado – EEUU es un ejemplo de dicha crisis-, la ganadería ocupa mucho territorio, algo que no abunda en el mundo. Las proteínas cárnicas, volvieron a tener la preponderancia que nunca debieron perder y los países que enriquecen, tienen como una de las referencias de crecimiento, el consumo de proteínas cárnicas como uno de sus maneras de medirlo. En Argentina, con ciclos de sequía, stocks en crisis, mercados intervenidos, caída de exportaciones por años por falta de incentivos y hoy justamente un mercado exportador que empuja, un acuerdo con EEUU que promete, China que no para, con un consumo interno estable entre 48-50 kilos durante los últimos años –con población en crecimiento- hacen de este momento, uno de los más gloriosos –visto desde la perspectiva de la cría- a la hora de los precios. Sin dudas, la tormenta perfecta.

Tal vez muchos no lo sepan, pero para que hoy estemos aquí, miles de ganaderos dejaron de serlo, tuvieron que vender hasta la última vaca, producto de gobiernos que los empujaron a eso, víctimas de vaivenes de precios con una inflación que ficticiamente provocaba rentabilidad y cuando entre plazos y cuestiones financieras se corría una coma, esos ganaderos, desaparecían de a puñados. No fue gratis, que hoy el mercado viva esta realidad, créanme, no fue para nada gratis, hubo sangre, sudor y lágrimas y no estoy exagerando, atrás quedarán ganaderos de 50, de 100, de 200 y tal vez más vacas, pero ya no están, se los comió la mesa de los Argentinos, se lo comió el “Moreno de hasta la última vaca”, se lo fagocitó la sequía sin Banco Nación ni Provincia, los evaporó las inundaciones sin un solo perdón impositivo.

Hay que rearmar la industria nacional frigorífica y carnicera, en el formato actual y con el futuro golpeando puertas, no puede seguir este camino. Venta de medias reses, un solo mostrador para vender carne de primera, de segunda o de tercera, todos mezclados y al mismo valor, frigoríficos que no premian calidad, consumidores que no tienen idea de lo que compran. El mundo cambia, la ganadería Argentina cambia, la carne Argentina, necesita cambiar, por su futuro, por el consumo y para que sigamos comiendo, la mejor carne del mundo.

Tal vez, no se pretenda que le agradezcan alguna vez al ganadero, que tardó dos años y medio, para que alguien ponga en su plato, el “oro rojo” tan preciado, pero si pediremos que respeten que hay un cambio y ese cambio, será positivo para todos. La carne está cara? No, la economía está barata, terminemos con el mito nacional de que se trata de un servicio público.

Hubo, hay y habrá carne para todos, de todos los precios y para todos los gustos, pero como valoramos y pagamos el vino por su bodega, una marca de ropa o el auto que pretendemos usar, llegó la hora de que entendamos que cuando haya un buen bife, un rico asado y nuestro máximo emblema arriba de un mostrador, estemos dispuestos a darle el valor que siempre debió tener. El del mejor producto del mundo, hecho acá y al alcance de todos, siempre y cuando todos entendamos, que no todo vale lo mismo.

Carlos Bodanza – Para Mañanas de Campo

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