Hace pocos días atrás, en una feria mensual de la región, para muchos “llamó la atención” una situación que es más corriente de lo que se cree: un par de tropas enviadas, regresaron al campo con algunos síntomas evidentes de sarna, conllevando a un gasto innecesario de fletes, la burocracia que implica una vuelta al campo (DTe, guías, stock, etc) y el desconocimiento que tienen muchos productores de algunas cuestiones básicas a la hora de sacar un animal del campo.
“La Sarna es una enfermedad denunciable, aunque rara vez se hace, así lo establece el Decreto 160/1972, lo que ocurre que pocas veces los productores mandan una hacienda en estado de enfermedad muy evidente, pero como agentes de control sanitario es obligatorio que nosotros demos intervención, ya que traerlo a una feria, es exponer a todos los animales que se linden con ellos- o pasen por la misma manga de descarga- a nuevos contagios” explicó una de las autoridades de la oficina de Senasa presente en la feria.
Según este Decreto, que obliga a la denuncia, se resume como que “Instrumenta la denuncia espontánea e inmediata de sarna ovina, bovina y caprina. Otorga el beneficio de asesoramiento técnico, dictado de interdicciones y otorgamiento de franquicias para la extracción de animales, lana, pelo y cueros de los establecimientos afectados”.
Es claro, la enfermedad “debería denunciarse” pero como durante varios años estuvo ausente, su regreso aún no tiene la práctica de denunciarse y cualquier tratamiento realizado en el establecimiento, debe ser “certificado” por el profesional actuante en el libro de registros sanitarios del campo de origen. Para que quede más claro, este viejo decreto menciona respecto a la denuncia, “que tal colaboración puede estimularse con el dictado de normas que aseguren a los que voluntariamente y prestamente denuncien la ocurrencia ó sospecha de la enfermedad en sus establecimientos ganaderos, los beneficios de la asistencia técnica; la imposición de clausuras parciales; el otorgamiento de franquicias para la extracción de animales y frutos y el mérito que la comunicación adquiere para la asignación de responsabilidades en las causas abiertas por comprobación de la parasitosis”.
La feria, donde todo queda al desnudo
La charla con el profesional actuante deja en claro que para muchos, el “bienestar animal” es solo un invento, de allí que es común ver llegar animales que por su estado corporal y sanitario, apenas pudieron subir al camión y con suerte bajarse, “es bastante habitual que haya animales que por su estado, parecen enviarse a morir a la feria. Se pierde mucha plata seguramente, para las consignatarias es un engorro, porque hay que venir a sacarlos de acá muertos, hay que hacer la “baja” del stock, y que ese animal no haya sido acondicionado en el campo y tener que pasar por un viaje y venir a morir acá, no es agradable”, apunta el agente del organismo.
No hace falta demasiada calculadora para entender que la ineficiencia es una decisión personal para muchos. Una vaca, “fusilada” se paga como base 1500$ el kilo y de ahí para arriba, cuánta plata se pierde por animal por una simple desidia en la alimentación o en el manejo? Llegar a ese estado lleva mucho tiempo en un animal que no fue visto, no fue revisado y mucho menos, suplementando en tiempo y forma.
La cosa no termina ahí: en materia de sanidad, la “Vaca China” es una categoría que permitió a muchos productores “limpiar” de vacas improductivas sus campos. Primero fueron las positivas y sospechosas de brucelosis, luego las “vacías”, luego las de “poco diente” y así, los verdaderos ganaderos, a partir de un simple sangrado, fueron haciendo la diferencia. Números son números y en promedio, por kilo de “vaca” las diferencias de animal sangrado a no sangrado, suelen según la época del año (más demanda del mercado de mitad de año hacia adelante), ir de poco más de 100$ a 300$ o más por kilo de animal, en vacas que oscilan entre los 350 y 500 kilos, cada uno hará sus cuentas a la hora de entender los miles y millones de pesos perdidos en jaulas sin un sangrado.
Animales sin caravanas, sin botones, en algunas ocasiones sin marca. Preñeces manifiestas en corrales que van a faena, abscesos evidentes sin una mínima intervención, tumores de ojos jamás tratados y el listado podría ser infinito, a la hora de entender que más allá de un negocio –que debe ser rentable, que debe ser organizado, que hoy está en su esplendor- en cada campo, en cada corral, en un camión y en un remate, allí hay seres vivos, con dolores y sufrimientos, que si se lo quiere poner nuevamente en modo “carne”, todas esas situaciones, harán de ella un producto poco apetecible, lejos de la terneza y de cualquier otra virtud, ya que cualquier aspecto que impacte sobre el bienestar del animal, termina manifestándose también en las virtudes de su carne.
Hay “costumbres” que no sirven, que deben quedar atrás por obsoletas, por imprudentes, por negligentes. La ganadería de hoy exige profesionalización y seriedad, hablamos de que gran parte de lo que allí está en pie, suele superar las 6 cifras y por respeto a ello –si no lo hay por la vida misma- debería actuarse en consecuencia.
Carlos Bodanza
Infosudoeste
