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Navidad entre surcos y esperanzas

La Navidad debería ser, más que una celebración, un llamado. Un recordatorio de que la solidaridad no es un gesto ocasional sino una responsabilidad cotidiana.

La Navidad vuelve a encontrarnos, como cada año, envuelta en luces, deseos y promesas. Pero no a todos nos sorprende sentados alrededor de una mesa servida ni con el tiempo detenido para el brindis. En el sudoeste bonaerense a muchas familias rurales la Nochebuena les llegará entre motores encendidos, tareas de recolección de trigo, el trabajo con la hacienda y las manos curtidas por el trabajo. Así es en esta industria a cielo abierto, donde el calendario no concede pausas y la cosecha, como el ganado no entiende de feriados.

Para esas familias, la Navidad no se mide en horas de descanso sino en esfuerzo compartido. Se celebra con mates al amanecer, con una mirada al cielo que pida buen clima y con la esperanza de que el fruto del trabajo alcance para seguir. Son hombres y mujeres que sostienen, casi en silencio, una parte esencial del país: el alimento, la tierra, la constancia.

Pero esta fecha también nos interpela por quienes no tienen tierra ni techo, por los desamparados de un sistema que muchas veces excluye más de lo que contiene. Para ellos, la Navidad no trae regalos sino ausencia; no hay mesa familiar sino soledad; no existe futuro inmediato sino incertidumbre. Ellos también son parte de esta historia y merecen ser mirados, nombrados y abrazados, aunque sea desde el compromiso colectivo y desde nuestra responsabilidad cristiana.

La Navidad debería ser, más que una celebración, un llamado. Un recordatorio de que la solidaridad no es un gesto ocasional sino una responsabilidad cotidiana; y que el trabajo digno, el pan compartido y la justicia social no pueden ser solo deseos que se repiten cada diciembre.

En el campo, como en los barrios más golpeados, la esperanza sigue sembrándose. A veces en forma de grano que brota; otras, en un plato caliente, en una mano extendida, en una comunidad que no se rinde. Y esa esperanza, aunque frágil, es persistente.

Queridos amigos, querido equipo de Mañanas de Campo, que esta Navidad nos encuentre más atentos al otro, más comprometidos con quienes trabajan sin pausa y con quienes esperan sin casi nada. Solo cuando la esperanza se vuelve acción, la Navidad deja de ser una fecha y se transforma en un verdadero mensaje de humanidad.

José Luis Ibaldi – Para Mañanas de Campo

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