“Y un día la vaca va a valer” fue la frase eterna que escuchamos por años, nosotros, nuestros padres, abuelos y alguna que otra generación más, tuvo que pasar por ese “Mantra”, que sonaba de fondo en cada campo, negocio, remate, asado y hasta seguramente alguien con algún sueño profundo, haya tenido esas palabras antes de despertarse.
Tan difícil podía ser? Sí, porque nunca fue suficiente que en el mundo, una y otra vez se hablara de este –como me gusta decirlo- “oro rojo” llamado carne Argentina, algo que se reconocía en todos lados, de hecho nunca olvido una de las tantas charlas de Iriarte donde alguna vez mencionó –no recuerdo el lugar ni si eran 3 o 4- que en EEUU, en una publicidad de una parrilla con carne Argentina, el cartel señalaba: “hay cuatro lugares en donde se come el mejor bife del mundo, tres están en Argentina y esta es la cuarta”, dejando en claro que mencionando la palabra Argentina, seguida de la palabra carne, lo que estaba asegurado, era la calidad.
Y así durante años escuchamos hablar maravillas en todos lados, hasta que una sombra cubrió los campos Argentinos y la noche de una ideología retrógrada, oscura y retardante llamada Kirchnerismo, poco a poco fue denostando con dichos y acciones – como por ejemplo desconocer las ventas que se comprometíó con Alemania previo mundial de fútbol- dejando exportadores, privados, negocios y otros, en una situación pocas vista a la hora de los incumplimientos, porque un desquiciado llamado Moreno, se le antojó que lo importante, era la carne barata y no los compromisos internacionales asumidos.
Y así fuimos, encontramos que lo único importante era abastacer el mercado interno, y poco a poco convertirnos en uno de los pocos países del mundo, que comían solo carne vacuna, donde el pollo y el cerdo eran baratijas, para un “paladar negro” que estaba obligado a que lomos, bifes de chorizo, pulpas de altísima calidad, deban ser puestas si es necesario, como venta de carne picada para hamburguesas o tiernísimos pecetos, al alcance de todos para hacer una milanesa freída barata.
Alguno quizás se ofenda, pero tal vez lo que no se entendía, era que la obligación de quien tiene el mejor producto del mundo en un segmento, estuviera obligado a invertir, arriesgar y regalar, lo que otros estaban dispuestos a pagar, a cualquier costo. La realidad, es que nunca debió ser ni una cosa, ni la otra. Existió, existe y existirá, carne para todos los gustos, la barata, la no tanto y la de máxima calidad. Y como un auto, como un vino, y como un televisor, habrá para todos los bolsillos, pero no es justo para quien lo produce, que todo valga lo mismo.
Por stock local, por stock mundial, porque la cultura nutricional poco a poco va pegando la vuelta, la proteína de la carne vacuna hoy vuelve a ser cotizada en el mundo y en el pago propio, y eso provoca que los errores de tantos años, muestren hoy una ganadería “tirante” a la hora de mercados y valores, porque cuando debimos crecer, cuando teníamos que aumentar los kilos producidos, cuando jamás debimos achicar nuestros biotipos, hicimos todo para satisfacer una política y un consumo “enfermo” en cuanto a supuestas obligaciones y nunca se hizo lo único que se puede hacer en ganadería: pensar a largo plazo.
Hoy la vaca vale, las patas valen, la carne vale y hay un futuro según el mundo, que no tiene techo y eso para el ganadero, para el productor, es un sueño que merecidamente, hoy sueña despierto.
Llegó el momento de disfrutar un negocio que siempre fue para sufrir, pero que hoy debemos defender porque no existe una marca tan reconocida, como nuestra carne. Es nuestra segunda bandera y dependerá de cada uno de los ganaderos, estar a la altura de lo que eso significa, en calidad, en tecnología, en conocimiento, en eficiencia y en mejoramiento.
Nace una nueva Argentina ganadera, solo para aquellos, que estén dispuestos a estar a la altura de semejante desafío.
Carlos Bodanza – Para Mañanas de Campo


























