Debo reconocerlo, mil y una vez los critiqué tal vez enojado por no entender el razonamiento, alguna toma de decisiones, lo que es visible a los ojos pero no detrás de eso, y si bien esto no significa que los comprenda, en algún momento mi mirada cambió, porque siempre tenemos quien logra ver lo que nosotros no, por eso hoy los quiero reivindicar, porque ellos saben algo que muchos de nosotros no sabemos.
“Si están acá, hicieron muchas cosas bien”, con ese simple resumen, mi amigo Gustavo hizo justicia. Pensé en las muchas sequías, se me cruzaron como 10 gobiernos, cambió la moneda, subió el dólar mil veces, la inflación fue récord en el mundo, se intervinieron los mercados, se cerraron exportaciones, se limitó el precio de venta, nunca aptos de un crédito, sus potreros no siempre tienen alambre, y sin embargo, son propietarios, dueños de la tierra.
La helada pega más fuerte que nunca y la chata vieja está encendida, se ve el “humito” saliendo del escape y entre charla y charla están ahí, mate y mate cuidando las vacas en la banquina. El eléctrico no tiene corriente, pero están tan acostumbradas que ninguna se anima a probar suerte. Unas pocas pajas quedan en la alcantarilla de la entrada y están todas amontonadas, peleando para ganarle los últimos bocados a un potrero inventado, que ya no tiene nada para dar.
Hay de todo, terneros grandes, chicos, el toro y la lechera, un paisaje mixto que en estos días donde parece que lo “viejo funciona” –parafraseando al eternauta- hoy se le llama pastoreo sustentable, “Voisin” y otras yerbas que en definitiva, vuelven al origen de las cosas, esas que muchos de ellos, hicieron siempre por necesidad, sin mucha aguada para repartir, sin potreros que dividir y haciendo lo que se puede. No busco victimizar ni ponderar, solo me apego a la frase, “si llegaron hasta acá, algo bien habrán hecho”.
Y si, son amigos de la rastra, el glifosato y otras cuestiones requieren cuenta, agronomía y depósitos, algo que en la estación del pueblo, siempre se consigue algo de gas oil, para dar vuelta, meterle mil horas hombre, alguna semilla del galpón y volver a empezar. Llovió, hay humedad y el aire es libre, por mucha crítica que los suelos necesiten, hacen lo que pueden y como pueden, con 50-70 o 100 has, no hay demasiado para inventar, pero están ahí, vigentes, sobrevivientes de mil batallas, cuando otros vendieron, alquilaron, dieron a pastoreo, capitalizaron, dieron para siembra y ellos están ahí, sembrando lo que pueden y como pueden, con hacienda propia, con recursos propios, con el tractor arreglado hasta el hartazgo, con tranqueras que son solo tranquerones, con molinos de mil molineros, con esquineros que aún resisten los tirones. Dignidad, para ellos es un lema de vida, ante las malas que arrecian.
Quizás la injusticia sea juzgarlos, allá a lo lejos la casa vieja tal vez no es el mejor de los “cascos”, el galpón es hijo de mil batallas contra el viento, el camino es una huella eterna y la chata, la chata es la de siempre, con un carro, un sinfín, y se atiende con lo que se tiene, pero ahí están, ahí en realidad estuvieron siempre y tal vez, cuando en la próxima sequía, en el gobierno siguiente y en las mil liquidaciones de varios, estén ahí, sobreviviendo de generación en generación, porque tienen el secreto que unos pocos conocen, ese llamado tenacidad, porfía, pasión o simplemente, cultura heredada de hacer lo que mejor siempre han sabido hacer, trabajar.
No hagas como alguna vez hice, no los juzgues, porque no conocés su historia. Será muy fácil criticar sus métodos, sus técnicas, sus herramientas, su baja sustentabilidad o su cuidado del suelo o el bienestar, pero cuando vos no estabas, ellos estaban ahí y cuidado que quizás vos mañana no estés, y ellos sigan adelante. Son los sin alambre, los de la rastra eterna, los de mil historias sin contar pero que habiendo pasado por la Argentina que pasaron, por un instante miralos y busca en donde está el secreto, porque a pesar de todo lo que vos creas, si aún están acá, es que algo siempre han hecho bien.
Carlos Bodanza – Para Mañanas de Campo
