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Se nos fue un líder

Hace apenas unas horas terminaron las exequias del “argentino más importante de la historia”, al referirse nuestro presidente de la Nación a la figura del Papa Francisco.

Estoy frente a otra hoja virtual en blanco, pero mis neuronas intentan hacer sinapsis tratando de encontrar alguna explicación al porqué el Creador siempre encuentra la manera de sacudirnos a los argentinos para que despertemos hacia algo más importante.

Hace apenas unas horas terminaron las exequias del “argentino más importante de la historia”, al referirse nuestro presidente de la Nación a la figura del Papa Francisco. Pues, no sólo fue primer americano y argentino en erigirse en el pastor de más de 1.400 millones de católicos en el mundo y jefe del Estado Vaticano, sino que produjo una conmoción puertas adentro y puertas afuera de la Iglesia; vivió y murió austeramente; despertó en los jóvenes sed de Dios y de justicia social al hacerlos protagonistas de su actualidad; nos dio, entre otros ejemplos de vida, la encíclica “Laudato Si”, para que los seres humanos reflexionemos y actuemos en el cuidado de la creación y tengamos una relación más amistosa con la naturaleza, ya que el planeta es nuestra propia casa.  

Sus gestos de humildad y servicio volvieron a sacudirnos a propios y a extraños en sus exequias, poniendo en un mismo plano a poderosos y desclasados. También, el recinto de la basílica de San Pedro fue lugar de encuentro para hablar de paz entre algunos líderes mundiales, en tiempos donde las hormonas sobresalen por sobre las neuronas.

El Papa Francisco, en su trayectoria sea como simple sacerdote o como el principal hombre de la Iglesia Católica recibió y escuchó a todos, sin importar su condición social, económica o política. Algunos políticos argentinos -como ya es su naturaleza- supieron colgarse de su sotana para disimular su corruptela, pero eso no borró tal condición.

Pero más allá de todo ello, Francisco, al igual que San Martín, ha pasado a la inmortalidad en la memoria de los argentinos y de todo el mundo, ya no por hazañas militares, sino por su valentía de defender la paz a toda costa y la dignidad humana.

Marcos Aguinis incorporó en su prólogo de “El atroz encanto de ser argentinos” una elocuente afirmación de Enrique Santos Discépolo que decía: “El nuestro es un país que tiene que salir de gira”. Y Aguinis señala: “Nos habíamos convertido en un espectáculo. Nuestros éxitos y fracasos eran motivo de extrañeza, podíamos provocar lágrimas y carcajadas. Asombro. También admiración, curiosidad, odio”.

Con una mano en el corazón tengo que confesar que Jorge Mario Bergoglio, transformado en Francisco, en algunos momentos de su pontificado me causó muchas de estas situaciones contradictorias, pero era mi pastor, mi guía. Se nos fue un líder. Su paso a la inmortalidad deja un legado entre nosotros que debería sacudirnos y despertarnos hacia un presente y un futuro mejor. De lo contrario, deberíamos asumir lo que nos dijo hace muchos años el Premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente antes de subir al barco que lo llevaba de regreso a su país: “Armen la única palabra posible con las letras que componen la palabra ‘argentino’”. La única palabra que se construye con las letras de argentino es “ignorante”.

José Luis Ibaldi – Para Mañanas de Campo

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